martes, 12 de enero de 2010

Mundo Cómic


Este fin de semana me acerqué a Madrid para la cena de navidad (¿?) con los amigos de allí. Aproveché para darme una vuelta por la calle Luna y hacer el recorrido de las tiendas de cómic. Esta fue la lista de la compra: El pequeño Spirou 8, Iznogud 1 y 2, Las aventuras de el gato de Fat Freddy, Krazy Ignatz 1929-30, Pendones del Humor 54 (Ortega y Pacheco) y Patomas 10.

No mucha gente es consciente de ello, pero hay todo un submundo asociado al cómic. Es, creo, por derecho propio un arte por sí mismo, y con bastante más calado social que artes tradicionales como la escultura o la pintura. Muchos adolescentes han crecido con la tienda de cómic como lugar de encuentro, y conforme se hacen mayores se convierte en una referencia (ver filmografía de Kevin Smith).

Por lo que a mí respecta siempre fui más de la escuela europea que de la norteamericana. A mí me iba Asterix, Tintín, Mortadelo y Filemón y otros así. Nunca me llamaron la atención los superhéroes por su pobre dibujo, sus historias repetitivas y su falta de realismo. Cá uno es cá uno, como dice mi padre.

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