lunes, 13 de agosto de 2007

Hacienda som tots


Hace unas semanas viví un hecho que me dejó boquiabierto. Como es habitual, se me olvidó la fecha límite para presentar la declaración de hacienda (a Iria y a Nacho esto les sonará :D). El último día de presentaciones busqué apresuradamente en internet una oficina cercana. Afortunadamente había una muy cerca del trabajo. Me lancé allí para ver si podía presentarla así, a las bravas, sin programa padre ni nóminas ni hostias. Con mi DNI, mi cara bonita y ya está.

El último día del año anterior incluyó colas kilométricas, desinformación generalizada, pasotismo funcionarial, motín ciudadano, 300 personas dando alaridos al unísono e intervención final de la policía en la oficina de Guzmán el Bueno. Y eso que yo llevaba nóminas, atestados bancarios y todo.

Me planté en la oficina de Carrer Josep Pla, y ya comencé a ver que allí pasaba algo raro. No había colas kilométricas por ningún lado. Una segurata algo aburrida me indicó la segunda planta. No escuché gritos desesperados, ni arañazos entre contribuyentes.

En la segunda planta había 4 o 5 funcionarios con aspecto soñoliento. Y ya está. No había gente de ningún tipo. Obviamente me había equivocado. Esa no podía ser una oficina de hacienda en el último día de la declaración. Algo estaba pasando. La invasión de los ultracuerpos finalmente había alcanzado Barcelona.

Con cara de no creérmelo me dirigí al primer funcionario que estableció contacto visual conmigo. Le expuse mi caso y contra todo pronóstico pareció solidarizarse con mi dilema. Me pidió mi DNI, buscó algo en un ordenador e imprimió unas hojas.

'Bueno, pues le sale a pagar 28 euros. Sin embargo, dado que solo tuvo un pagador y que el total no excede los X mil euros anuales, no tiene porqué hacerla', me dijo el tipo.

Le insistí, incrédulo: '¿Cómo dice? ¿Que no tengo que hacerla si no quiero?'. 'Sí, eso es', contestó, 'solo tendría que hacerla si...'.

No sé qué más diría. A esas alturas yo ya estaba a tres calles de distancia soltando carcajadas que se oirían en Aguilar de Campooo, y dejando una estela de polvo como la del Correcaminos. Una vez más, la campana me salvó.

Con todo, me parece fabuloso el hecho de que no hubiera colas en la oficina. Parece que los catalanes pagan sus impuestos puntualmente y con antelación. Al final va a tener razón Carod-Rovira. Son verdaderamente la raza superior. Visca Catalunya!

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