martes, 17 de julio de 2007

Mudança Maleïda


Bueno, pues de nuevo he sido blanco de todas las desgracias.

Mientras sigo sin casa en Barcelona, una de las cosas que más me preocupaban era el tener la mente en dos sitios. Mis pertenencias del día a día estaban en Madrid a medio recoger, y yo estaba en Barcelona. Mi plan era buscar casa y en cuanto la tuviera contratar una empresa que me hiciera la mudanza directamente de casa a casa. Pero las cosas no salen como uno las planea...

De entrada el asunto piso en Barcelona está complicado. Si, hay pisos en alquiler, pero no tantos como en Madrid, en zonas que no interesan o sencillamente muy caros. Las dos semanas que yo tenía programadas para buscar un lugar se fueron sin resultado. Como mis cosas seguían ocupando una habitación que ya no era la mía, me acerqué el fin de semana para terminar de recoger la habitación, dejar mis cosas en el salón y así ganar tiempo hasta que encontrara un sitio en Barcelona.

Cuando llegué descubrí que a mis antiguos compañeros se les había olvidado comentarme que habían alquilado el salón a un cuarto inquilino. Este, además, hizo la mudanza esa misma tarde, llenó el salón de cajas semejantes a las mías, y además el tipo era un jipi con pinta de haber tenido un mal viaje. Ni un pelo me fiaba de él.

Así que decidí no retrasar más el asunto. Alquilé una furgoneta en Europcar y al día siguiente cargué mis cosas y las de un compañero de Pyro que también se iba a trabajar a mi empresa, y nos pusimos en marcha. La verdad es que no tengo mucha experiencia conduciendo, y nula con furgonetas, pero la vida es de los valientes.

A la salida de Madrid el embrague y la palanca de cambios dejaron de funcionar. Aparqué precipitadamente en la primera salida que encontré, y allí el coche ya ni arrancaba. La grúa se negaba a hacerse cargo de un coche cargado, y en Europcar nadie se iba a acercar a recoger su furgo y darme otra. Eran las 16:00 y estábamos tirados en una carretera secundaria, con el móvil casi sin batería, y sin saber qué hacer con nuestras pertenencias.

Tratamos de conseguir un taxi, pero no sabían encontrarnos. Finalmente conseguimos uno de milagro, llevamos a mi compañero de curro al avión (afortunadamente no había conseguido anular el billete), quedé con Angel, un amigo mío que tiene más paciencia que Job, el cual antes de ir a su trabajo se reunió conmigo en Barajas. Convencí a los de Europcar de que me dieran otra furgo (técnicamente tendría alquiladas dos al mismo tiempo, y eso parece que es irregular) y Angel se encargó de conducirla, mientras yo iba en su coche. Naturalmente me perdí, pero finalmente llegamos a donde estaba la primera furgoneta. Hicimos el cambio de trastos a toda mecha, y Angel se llevó los trastos a su trabajo, y posteriormente a un parking.

Mientras tanto yo me quedé con su coche esperando la grúa. El mecánico decía no saber dónde llevar la furgo rota, y no parecía tener ganas de averiguarlo por sí mismo. Resignado, gasté la poca batería que le quedaba a mi móvil en poner en contacto al gruista con los de Europcar, los cuales tampoco le dijeron donde llevarla. Al final le dije que fuera a Barajas, donde nos dieron una dirección de un polígono industrial donde tienen las cocheras. Viendo mi estado de abatimiento, el gruista me acercó al coche y se llevó finalmente la furgo rota. Pasé la noche en casa de mi tía, que estaba en Albacete. Afortunadamente mi prima, que vive cerca, tenía las llaves.

Al día siguiente Angel me hizo el favor de cogerse el día libre y conducir la furgo hasta Barcelona. Yo ya le había cogido miedo. Llegamos sin incidentes hasta nuestro destino, mi compañero de curro se acercó a recoger sus cosas y yo dejé las mías en casa de Esperanza. Angel salió por patas para coger un tren hacia Madrid, y yo devolví la furgo a Europcar.

Prueba superada, pero todavía me queda buscar piso y sacar mis cosas de casa de Esperanza. Seguiremos informando.

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